Tal como éramos

Cuando uno ve el corto documental La Sangre, no puede evitar emocionarse. Da igual si eres joven o viejo, si conociste a los protagonistas o si son perfectos anónimos. Sientes que tus raíces están vivas. Así éramos, las gentes de Pedro Bernardo, en un pasado no lejano.

Los tiempos han cambiado, dicen que para mejor, y cada cual saque sus conclusiones.

Nuestros padres y nuestros abuelos trabajaron siempre estos terruños llenos de piedras duras y duras piedras. Levantaron sus casas, aterrazaron con tesón y esfuerzo sobrehumano las laderas escarpadas de estos parajes. Clavaron la vid en la tierra, hincaron en ella los palos de olivo. Rompieron cantos y barrancos para sembrar el pan. Abrieron veredas, caminos, y muchas ventanas al sur y, así, construyeron para nosotros Pedro Bernardo.

Al ver los pies descalzos de las mujeres o el gesto recio del hombre cucharero, el cuero curtido de tanto trabajar; la mirada perdida del hombre de campo hastiado de luchar, uno se siente orgulloso. Mira estas imágenes. Aún sin haber estado ahí nos sentimos arropados por las pesadas mantas que salían de nuestros batanes. Aún sentimos de vez en cuando el tacto de las manos de nuestras abuelas, o visualizamos el destello de sus africanas. Cierra los ojos por un momento y siente el agua del caño cayendo al pilón, la brisa de los callejones en un silencio roto por el tintineo de las herraduras de un burro.

 

Hoy, con todo el progreso, no somos ni la sombra de lo que fuimos.